lunes, 19 de noviembre de 2012

SURF, PER UN TUB NATURAL!


 
 
Us passo un article del magazine de la Vanguardia molt correcte, on parla sobre el SURF i la seva realitat, jo practico surf de neu, però comparteixo els comentaris dels practicants de SURF i les sensacions, espero que us inspiri:

 
 Una chabolita con huerto y una tabla de surf, y el mar cerca. Con eso me bastaría para vivir”, afirma Carmen, 22 años, estudiante de marketing y publicidad en Barcelona, sentada en la vasta playa de Hossegor, con el infinito Atlántico como paisaje. Carmen empezó a surfear hace cinco años en California, y con el tiempo, animó a subirse a una tabla a su amiga Paola, de 23 años. Ambas asisten como público, en este arenal de las Landas, en la costa sudoeste de Francia, al Quiksilver Pro France 2012, una de las dos pruebas europeas del Campeonato del Mundo dela Asociaciónde Surfistas Profesionales.

Con tranquila pasión, las dos jóvenes explican las virtudes del surf, y su testimonio es uno de los muchos ejemplos de amor y adicción que se pueden recoger entre los aficionados y los profesionales que asisten a la prueba. Pero no todos comparten el ideal bucólico de Carmen. El supercampeón Kelly Slater, 40 años, con 11 mundiales en 20 temporadas y 255.000 euros en premios este año –le quedan dos pruebas de diez–, da otras claves: “El estilo de vida surfero está ligado a la naturaleza, pero para algunos es una cuestión de más exigencia y en cambio para el surfero medio tiene más que ver con disfrutar una experiencia”. El contacto con la naturaleza es el argumento más compartido y se suma a otros como la posibilidad de viajar y descubrir gentes y paisajes, el sueño de vivir de una pasión o la simple identificación con una estética. Pero todos coinciden en que los equilibrios sobre una plancha exigen amar el aire libre, no perder la paciencia y la constancia mientras se espera una buena ola –a veces, durante horas– y saber lanzarse con ímpetu y decisión cuando se presenta la ocasión de atravesar un buen tubo.

La práctica de deslizarse sobre las olas montado en una tabla parece tener su origen enla Polinesia y Hawái hace siglos, pero el surf como deporte nació en los años 50 y 60 del siglo pasado, cuando saltó a las costas de California y Australia. A Europa no llegó con fuerza hasta hace unos treinta años, y no es aún tan popular como en la ribera del Pacífico. Por eso muchos aquí siguen identificando el surf con imágenes de cuerpos perfectos en playas tropicales de arenas blancas y aguas turquesa que no siempre reflejan la realidad de este deporte. Al menos, no en esta prueba francesa, que arranca con un tiempo desapacible que tiñe de gris cielo y mar y hace difícil comprender por qué profesionales y aficionados se meten en el agua con tanto entusiasmo.

“El surf engancha porque es un deporte extremo, estás en contacto continuamente con la naturaleza, no hay dos días iguales. Además, es exigente, y esa exigencia te hace cada día intentar hacerlo un poco mejor. Y aunque al principio todo cuesta, cuando pillas una base, todo es un regalo”, explica Aritz Aranburu, campeón de Europa en el 2007, fuera del circuito durante este torneo por una lesión. Y añade: “Llegamos a obsesionarnos. Cuando se habla del surf como un estilo de vida, la gente tiene toda la razón. Cuando planeamos un día, primero vemos qué partes hay de olas, las mareas, los vientos, cuándo va a ser el baño bueno, y a partir de eso planteamos el resto”.

Aranburu es un profesional que vive de y para las olas. Pero comparte esa dependencia con los aficionados. La confirman Carmen y Paola, que cuando se anuncia una buena marejada se escapan ala Barceloneta, donde seguramente coinciden con Magali Dalix. Esta entrenadora física francesa afincada en Barcelona que lleva más de veinte años dedicada a diferentes disciplinas deportivas confiesa que el surf es lo más adictivo que ha probado. Lo primero que hace cada mañana es mirar la previsión marítima; si hay olas, pasan por delante de muchas otras cosas.

Lo mismo le ocurre a Eduardo González Mon, un asturiano de 30 años que dejó su trabajo de técnico de audiovisuales en Madrid para instalarse cerca del mar. En lugar de una choza con huerto, Eduardo montó cerca de Avilés un taller de tablas de surf en el que empezó a producir de manera autodidacta, buscando información en internet, “y así me salían al principio”. A base de equivocarse y aprender de sus errores, hoy coloca sus planchas de cuidados diseños, con la firma Monster, en países como Suecia, además de a sus propios vecinos. “No espero hacerme rico, me conformo con ir todos los días al agua y ver que la gente está feliz con lo que construyo. Hacer cada vez mejor las cosas y que mis tablas lleguen más lejos. Suena ñoño, pero es sincero”.

Portugueses, españoles, por supuesto franceses, pero también americanos del norte y el sur, muchos australianos, ingleses... La blanda arena de La Gravière congrega un gran número de nacionalidades diversas. El look mayoritario es deportivo: camisetas, gorras, sudaderas, tejanos de diversos cortes; bermudas, tops sin mangas y chancletas para los menos frioleros. El vestir es parte del mundo surfero y uno de sus motores. Entre los patrocinadores de estos acontecimientos públicos se cuentan marcas que hacen gran parte de su negocio con la ropa. Ana y Natalia son dos jovencísimas surferas y periodistas de Valencia que han ido a Hossegor a buscar tendencias: cuando el estilo de alguien les llama la atención, le piden que se deje fotografiar y le preguntan nombre, procedencia, de dónde saca la ropa... Para ellas, que practican en la playa dela Malvarrosa, el modo de vida surfero es sobre todo contacto con la naturaleza y buen rollo entre los aficionados, como el que describen que vivieron en Salinas, en Asturias, durante una acampada: gente joven, confianza despreocupada de las cosas materiales, ganas de conocerse y compartir. Hace tres décadas, antes de que ellas nacieran, a eso se le llamaba espíritu kumbayá, hippismo o incluso escultismo.

Con un discurso más elaborado, Eva Villazala, directora de la revista de arte y tendencias Lamono, describe: “El mundo del surf y los deportes de tablas en general no se limitan al deporte sino que son una cultura, una forma de vida vinculada a una estética. Desde sus inicios, nos llegan pinceladas de la estética vintage de los surfers de California y Hawái. El contacto constante con la naturaleza y una vida asociada a los viajes y la libertad lo relacionan con el arte y una forma de vestir, una estética donde prima la comodidad, con diseños limpios y tejidos de calidad. En cuanto a la creatividad, muchos riders comentan que el hecho de improvisar ante una ola o ante una bajada o truco, en el caso de los que practican snowboard o skate, hace que su mente se abra y fluya libre de ataduras, por lo que al final la ejercitan cada día para ser creativa en todos los terrenos. La fotografía y la edición de vídeo están muy asociadas a este tipo de deporte. Se opta por una imagen analógica, con un gusto especial por el blanco y negro y un diseño gráfico limpio, sin estridencias ni de color ni de formas”.

En el agua, mientras, los riders, que así se llama también a los surfistas, ejercitan su creatividad por los 58.000 euros que se embolsará el ganador; entre todos se repartirán 325.000. En estas rondas iniciales compiten de tres en tres; el mejor pasa a las eliminatorias por parejas, y los otros dos optarán a la repesca. En cada manga, un competidor puede coger un número limitado de olas, 15 en esta ocasión, y sólo se toman las dos mejores puntuaciones que logra. El máximo en cada ola es 10, y no se valora sólo la habilidad para componer un buen ejercicio, también cuenta la elección de la ola. En el agua, los atletas se mueven continuamente, remando sobre la tabla, para conseguir colocarse en el punto óptimo antes y mejor que sus rivales, ya que el que está más cerca del punto de rompiente tiene prioridad, y los otros sólo pueden aprovechar las olas que desecha el mejor colocado. Así que aunque desde la orilla parece que hay poca acción, los contrincantes no paran de remar en los 30 minutos que dura la manga. Tras las rondas iniciales, las eliminatorias se disputan por parejas, sin posibilidad de repesca: el que pierde, se va. En la élite, este deporte es tan enconado y exigente como cualquier otro.

El portugués Tiago Pires, 32 años y número 25 del ranking en el momento de cerrar este reportaje, explica esa competitividad: “Los surferos son personas más relajadas que el resto de la gente, porque en el agua se disfruta de momentos muy especiales, pero para los deportistas la competición es muy dura y cada día más difícil. Pasamos todo el año en el agua, viajando, en playas paradisiacas, pero tenemos presión, tenemos que alcanzar objetivos si queremos continuar con nuestros patrocinadores y en el circuito profesional”.

Tom Carroll, dos veces campeón del mundo y a punto de cumplir 51 años, sigue surfeando con el mismo espíritu de superación que cuando empezó, hace 43 años. Para él, que ha vivido la fase de aficionado, el ascenso a profesional y la élite más exigente, “la competición no está hecha para ser divertida, sino para que todo sea confrontación: con uno mismo, con su rendimiento, con los demás… Si intentas estar cómodo, nunca darás lo mejor de ti. La competición está ahí para ponernos a prueba, y no hay nada cómodo en eso”. Carroll ha protagonizado una película filmada junto a Ross Clarke-Jones, otro veterano dinámico al que apodan el Inmortal porque ha logrado salir vivo, aunque maltrecho, de más de un mal trago. El título, Storm Surfers 3D (surfistas de tormenta), no puede ser más descriptivo, ya que el proyecto era buscar olas gigantes en lugares donde nadie había surfeado antes. Explica Carroll que ha vivido la filmación como un nuevo desafío en una vida llena de ellos: “Los retos son necesarios para crecer; un árbol fortalece sus raíces cuando una tormenta lo sacude, y luego crece más”. Por eso considera que el surf atrae tanto a los jóvenes, porque les plantea dificultades. “Cuando surfeo –añade–, vivo la vida con intensidad, con más implicación, más saludable mental, física y espiritualmente. Un joven que quiere aprender a surfear debe retarse a sí mismo, meterse en el mar e intentarlo una y otra vez sin desistir, porque lo mejor no está en el teléfono inteligente o los videojuegos”.


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